La Memoria Histórica Democrática de las Mujeres: Segunda República, guerra y exilio. Este es el título del libro de Enrique J. Díez Gutiérrez y Beatriz García Prieto, editado por Plaza y Valdés en 2024. Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor del Departamento de Didáctica de la Facultad de Educación de la Universidad de León y Beatriz García Prieto es profesora del Departamento de Historia Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León.
Se trata del tercer volumen de la tetralogía sobre la memoria histórica democrática, «que ha permanecido oculta y silenciada durante décadas en los libros de texto, en la enseñanza y en la formación de los estudiantes». Este olvido de la memoria histórica democrática en la escuela ha supuesto que las generaciones que han llegado a su etapa adulta «carezcan de una formación sólida sobre lo que supuso la dictadura fascista del franquismo, la represión y los crímenes contra la humanidad que durante 40 años perpetró de forma sistemática, así como una ignorancia casi completa sobre la lucha antifranquista que se mantuvo frente a ella hasta los años 60». La editorial Plaza y Valdés ha reunido en esta tetralogía el «deber de memoria y verdad» que reclama la comunidad internacional y la propia ONU.
El primer volumen de esta tetralogía, La asignatura pendiente, analiza los mecanismos de construcción social de la desmemoria colectiva. El segundo volumen, La historia silenciada, plasma el conocimiento científico de la historiografía contemporánea que se debería incorporar en los libros de texto, cumpliendo ese deber de la memoria.
Este tercer volumen se centra en el papel y el protagonismo de las mujeres durante la Segunda República, la guerra y el exilio posterior, situándolas en el lugar de la Historia que merecen. Porque las mujeres sufrieron una triple represión: por ser «rojas» y defender la república democrática, por ser «libres» y luchar por la igualdad y los derechos de las mujeres en la República y por ser «compañeras» o familia de republicanos. Por eso, sufrieron formas específicas de represión y de humillación pública como el rapado del pelo (para despojarlas de ese símbolo de «feminidad», según la mentalidad tradicional) o la ingesta del aceite de ricino (lo que les provocaba diarreas constantes, al tiempo que eran paseadas por las calles imitando las procesiones medievales de la inquisición). Además de castigos destinados a atentar contra el rol reproductivo de las mujeres y, por tanto, vinculados a la maternidad, como la separación de madres e hijos e hijas en las cárceles o el robo de menores a madres condenadas a muerte y ejecutadas, que eran traficados a familias afectas al régimen. Pero también el cuerpo de las mujeres fue utilizado como campo de batalla en el que humillar y vencer al enemigo, a los parientes masculinos ausentes, con la violencia sexual y las violaciones. Todo ello era también una forma de disciplinarlas, como mujeres que habían roto moldes y estereotipos del modelo de mujer tradicional durante la República, y se pretendía así «dar ejemplo» para volver a todas las mujeres a su posición de subordinación, a «su lugar» en el hogar tradicional de la mitología del fascismo.
La tetralogía, que se completaría con el cuarto volumen (de próxima aparición) titulado Represión franquista, resistencia antifranquista y memoria histórica y democrática de las mujeres. Unidades didácticas con perspectiva de género, pretende que quienes dieron su vida por los principios y valores democráticos republicanos pasen de ser calificados por el fascismo de «rojos», «terroristas», «bandoleros» o «víctimas» a protagonistas de la historia: que «su nombre no se borre de la historia».
Fuente: Mundo Obrero.